martes, 22 de septiembre de 2015

El festín de Babette - Isak Dinesen



El festín de Babette es uno de esos libros que dejan un gusto delicioso en la boca.

Isak Dinesen escribió El festín de Babette en la década de 1940. No he podido encontrar una información más concreta, así que mi curiosidad de a qué edad escribe el autor cada obra va a ser, en este caso, difícil de satisfacer. De una forma (muy) imprecisa, diremos que Isak Dinesen escribió El festín de Babette en cualquier momento entre sus 55 y sus 65 años. En ese amplio margen me quedaré por el momento.

El festín de Babette, con una inmejorable adaptación al cine (Gabriel Axel, 1987), es una historia preciosa. Las hermanas Martine y Philippa, hijas de un pastor luterano, viven en Berlevaag, en el norte de Noruega. Son mujeres sencillas que llevan una vida austera. No desean nada más que lo poco que tienen e, incluso eso, lo dan con generosidad. Un día, una mujer francesa llega hasta su puerta huyendo de la Comuna de París (1871). Sabiendo que lo ha perdido todo acogen a la extranjera, que se ofrece a trabajar para ellas a cambio de un techo y de la manutención. Babette se convertirá, de una forma silenciosa, en un pilar importante de la comunidad.

Isak Dinesen nos cuenta una bella historia: la de cómo una rígida comunidad religiosa, con sus estrictas normas y severos preceptos, consigue disfrutar - aún a muy pesar suyo - de las sensaciones y sabores de una auténtica cena francesa. Babette, después de cocinar durante 14 años bacalao y sopa de pan con cerveza en el pequeño pueblo de Berlevaag, dedicará toda su energía, talento y una gran cantidad de dinero en volver a reproducir una de tantas cenas como las que ella misma preparaba como chef en el Café Anglais de París, el mismo restaurante al que acudieron príncipes y condes, políticos y autores (tales como Proust, Zola o Balzac).

Isak Dinesen reconcilia así dos formas diferentes de vida: la austeridad religiosa y la abundancia (y la sensualidad) en la comida. Pensemos que, los que se sentaron a la mesa con intención de no disfrutar de la comida, acabaron divirtiéndose como nunca antes y que se rieron, se perdonaron, se hablaron con toda la bondad de su corazón, eso sí, ante los deliciosos y abundantes platos de Babette. Una delicia!